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Diario EL Cronista Comercial
por: Alejandro González Escudero

En la Argentina la corrupción es uno de los fenómenos que afectan con mayor intensidad las posibilidades de crecimiento y bienestar.

Las denuncias, algunas concretas y otras que no pasan de las sospechas, surgen cotidianamente en un número sorprendentemente alto. Generalmente, no tienen más efecto que el impactar en la opinión pública a través de la amplia difusión que reciben en los medios masivos de comunicación.

Es muy poco frecuente la penalización de conductas corruptas.

Por otra parte, no se han realizado suficientes estudios de campo con rigor científico para medir el impacto económico de la corrupción. Solo se suelen mencionar cifras -?ambiantes según la fuente? sobre algunos grandes negociados. Pero no investigaciones que abarquen las múltiples manifestaciones del fenómeno.

La mayoría de los estudios ponen de manifiesto que la corrupción genera significativos costos económicos, tanto a particulares como al estado: disminuye la recaudación, distorsiona el funcionamiento de los mercados, genera ineficiencias, frena la competitividad e introduce ?reglas de juego? irregulares que entorpecen el crecimiento y enturbian el ?clima de negocios? adecuado para el progreso.

Inspirado en un libro clásico sobre el tema (La corrupción y los gobiernos, de Susan Rose Ackerman), indicamos los costos asociados a cada tipo de corrupción
La ?cleptocracia? origina compras a precios más altos en obras públicas y dirección del gasto estatal hacia destinos de menor productividad o bajo interés social.

En El ?gobierno de las mafias? genera adquisiciones a valores superiores al mercado, distorsiones para favorecer a grupos poderosos y limitar el funcionamiento de los mercados y una justicia poco confiable.

Un funcionariado corrupto provoca distorsiones en la distribución de beneficios (cuando se trata de áreas de asistencia), menor recaudación fiscal, introducción de tramitaciones innecesarias, menor transparencia en los mercados, entorpecimiento de las actividades económicas privadas y futuros perjuicios por controles no realizados. El nepotismo y ?amiguismo? producen una pérdida de igualdad de oportunidades para acceder a los cargos y frecuente ineficiencia por nombramientos de personas no idóneas.
El clientelismo de nivel medio provoca un incremento desmesurado de la burocracia estatal con el consiguiente costo fiscal e ineficiente desempeño de la función pública. La eliminación total de la corrupción genera costos de prevención y control muy elevados. Con un enfoque económico, el nivel óptimo sería aquel punto en el que para reducir aún más la corrupción deben soportarse costos más elevados que el beneficio a conseguir.

En el terreno práctico, una política bien orientada a combatir la corrupción debería incluir: Un fuerte compromiso de los primeros niveles políticos.
La eliminación de reparticiones, normas o programas donde exista corrupción.

La limitación de los ?puestos políticos? solo a los ámbitos más altos de decisión. Reducir los incentivos y aumentar los costos ?con una mayor probabilidad de ser descubiertos y luego sancionados con penalidades más severas? para los participantes de prácticas corruptas.

Establecer multas no por el monto del soborno sino por el beneficio que se obtuvo con las decisiones que se indujeron con aquél.
La determinación de que solo excepcionalmente las compras deben apartarse de los productos y servicios con mercado conocido, de forma tal de contar con precios verificables.
El dictado de normas claras en cuanto a incompatibilidades, conflictos de intereses y restricciones a representar a privados con los que se tuvo tratos desde la función pública, una vez que se deja de trabajar en ella.

Y la reglamentación y transparencia de la financiación de los políticos y las campañas electorales. Si bien los que bregan por la eliminación de la corrupción suelen ser tildados de ?utópicos? está comprobado que es mal que se realimenta con la miseria. Este artículo fue publicado a fines de 2002, esperando cambios con la llegada de un nuevo gobierno después de la crisis. ¡Qué lástima! Una década más tarde nada cambió.

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