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Populismo

Diario EL Cronista Comercial
por: Alejandro González Escudero

Los ciclos (¿eternos?) de populismo y ajuste

En 1991 los economistas R. Dornbusch y S. Edwards desarrollaron un análisis económico sobre los gobiernos populistas que tuvo gran repercusión. Se desarrollarían en cuatro fases, arrancando la primera desde una situación de equilibrio fiscal, con factores productivos desocupados, salarios bajos y descontento.

Es el escenario que queda luego de aplicar un "ajuste". El político populista alcanza el poder criticando esos ajustes y promoviendo el gasto, la emisión monetaria, el empleo público y la mejora de salarios sin una base en el aumento de la productividad.

Trasmiten a la opinión pública la idea de que el país gastará casi u$s 4 mil millones que podrían destinarse a otros fines, y allí arrancan con una larga lista de bienes públicos y sociales, como hospitales, escuelas y subsidios a necesitados. El enfoque bordea peligrosamente lo demagógico.

En principio, aparecen logros destacados, porque se puede aumentar la producción y mejorar los ingresos de las personas con una inflación moderada debido a que se ocupan factores productivos hasta esos momentos ociosos.

En la segunda fase se enfrentan cuellos de botella "por la expansión de la demanda y por la creciente falta de divisas para importar".

El Gobierno resiste, trata de frenar las importaciones y la pérdida de divisas, pero mantiene altos niveles de gasto público para no "perder popularidad". En la tercera etapa, la población descree de su moneda, la inflación se acelera, desaparecen los bienes importados y el déficit estatal se incrementa. La inflación corroe los ingresos de la población, que no logran ajustarse a los niveles desenfrenados de la devaluación y el aumento de precios.

La actividad cae, porque se prefiere mantener los stocks antes de vender y hacerlos rotar por temor a descapitalizarse en el transcurso del ciclo comercial de venta y cobro. La cuarta etapa corresponde al "trabajo sucio" de sincerar las cuentas del Estado y buscar un equilibrio mediante la reducción del gasto vía licuación de ingresos de los asalariados estatales (empleados y jubilados) y el control de la deuda pública, que en algunos casos implica su default.

Es un trabajo ingrato, con obvias consecuencias de empobrecimiento y desempleo. Luego de esto, el campo está propicio para un nuevo ciclo "populista".

Quienes gobiernan en la primera fase serán recordados como líderes benefactores del pueblo. Los que soporten la última fase, serán execrados como los "responsables del ajuste". Los autores de la teoría encontraron pruebas de su validez en numerosos casos de países latinoamericanos. También recibieron críticas.

Desde el Gobierno peronista de 1973 hasta ahora hubo una serie de ciclos de populismo-ajuste que se corresponden bastante bien con esa teoría. Por caso, el ciclo de Menem-De la Rúa muestra cómo arrancando desde una economía arrasada por la hiperinflación y una población brutalmente empobrecida, se pudo construir un auge económico y una estabilidad monetaria inspirada en la "convertibilidad".

Con el tiempo, los desatinos en el manejo de las cuentas públicas, el gasto desenfrenado y la explotación al máximo del endeudamiento, condujeron al terrible derrumbe de 2001-2002, con el default de la deuda, la devaluación, los aumentos de precios y el empobrecimiento de la población. Así, apareció un nuevo punto de partida para otro experimento populista, que intentó liderar Duhalde pero que sin duda pudo aprovechar en plenitud Kirchner.

Su éxito y la continuidad en el tiempo tuvo la ayuda imprevista de las mejoras tecnológicas en la producción agrícola y el aumento de los precios internacionales de esos productos. Es decir, producir más y tener mejores precios. Los gobernantes no dudaron en asociarse a ese éxito del campo mediante las famosas retenciones. En 2014 estamos en las etapas finales del ciclo populista de Kirchner. Si se deja que la teoría se cumpla, los próximos meses serán terribles para la población.

Es visible -aunque no lo digan- que la mayoría de los políticos opositores desean que ello ocurra, porque aspiran a liderar las primeras etapas de un nuevo ciclo populista empezando de niveles lo suficientemente bajos como para que resulte fácil lucirse.

Kicillof tiene la posibilidad de intentar evitarle al país pasar por las últimas etapas del ciclo y corregir el rumbo antes de que sea demasiado tarde. Haber cambiado la visión sobre el problema de Repsol, acudir al Club de París, tratar de levantar el cepo, buscar un ajuste de precios relativos en el tipo de cambio e intentar el apoyo financiero internacional, dejando de lado sus ideas estatistas que predominaron en los últimos años, son señales que deberían consolidarse. Falta -y no es poco- sanear el INDEC y eliminar el gasto público superfluo.

¿Está convencido de que ése es el camino? ¿Podrá hacerlo?

El populismo es una "enfermedad" de la política y de la economía criticada por las escuelas más nuevas, pero también por el marxismo. Marx denostaba al bonapartismo (populismo de entonces) por ser un engaño para la clase obrera.

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